domingo, abril 26, 2009

Un relato de Influenza

Aprovechandonos siempre de los temas de moda, he aquí un relato sobre la influenza porcina:


Nicolás se levantó un poco tarde la mañana del pasado sábado (checar la fecha del post), sintiéndose muy mal. No se quería levantar, pero lo hizo solamente porque tenía muchas ganas de ir al baño (a hacer del 1), donde al mirarse al espejo vio su rostro con un semblante terrible, como si su dolor de cabeza se pudiera ver reflejado. Esto lo asustó un poco, ya que el día anterior supo que se cancelaron las clases y que probablemente eso se extendería durante la semana siguiente (pensó que era una lástima que no lo hicieran en su trabajo para poderse tomar unas vacaciones); había un brote de influenza porcina que se extendía rápidamente y él podía ser una nueva víctima. Algo le decía que no sería un sábado normal.

El joven Nicolás vivía solo en un departamento cercano a la zona de Copilco en la ciudad de México, tenía 28 años y un trabajo como supervisor de cobranzas en un "Call Center" (dejemos de lado la paga, en estos tiempos de crisis el sólo hecho de tener un trabajo es suficiente). Era una persona que rara vez se enfermaba, a pesar de ello, a partir de la noticia del brote de la cochinfluenza estaba muy preocupado debido a lo contagioso que decían que era y también por haber visto a las personas en las calles con tapaboca. También la noche anterior en la reunión que tuvo con sus amigos la enfermedad fue el tema principal de conversación. Todo esto y otras cosas le hacían pensar que era un asunto serio y peligroso.

Pero volviendo al relato de aquella mañana sabatina, no sólo sentía un fuerte dolor de cabeza sino que además le dolían las articulaciones, le ardía un poco la garganta, tenía los ojos irritados y flojera de todo. Si fuese por él se quedaría postrado en la cama, pero había algo que no se lo permitía, y era esa enorme preocupación que sentía al creer que había sido contagiado de la súper gripe.
Esto lo llevó a buscar información acerca de los síntomas del virus en internet (como es correcto en el siglo XXI).
Primero se metió a buscar información en la página del diario "El Universal" donde descubrió que había aumentado ya el número de muertos y de contagiados, lo que le hizo sentir un frío que le subió por la columna hasta encontrarse con su adolorida cabeza; su miedo se acrecentó al pensar en que era posible que muriese. Inmediatamente pensó en hablarle a su Tía Lupe, que lo crió junto con sus hermanos Maximiliano y Juan Pablo, ya que a ella recurría siempre que tenía problemas. Pero no quería espantarla, aun no, tenía que confirmar primero su condición.
Continuó su navegación por internet hasta que encontró un artículo que entre otras cosas contenía la descripción de los síntomas de la -Influenza Porcina-. Su rostro se tornó blanco al leerlo, su corazón latía rápidamente aterrorizado al ver la confirmación de su autodiagnóstico; al pie de la letra decía lo siguiente de los síntomas de esta temible gripe: "La enfermedad se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza, dolor intenso de músculos y articulaciones, cansancio excesivo, lagrimeo, dolor de garganta y tos."

Era como si Nicolás acabara de leer su sentencia de muerte. Él tenía todos los síntomas que se podían leer en el artículo. En ese momento tosió, lo cual fue como la exhalación de su propio epitafio, eso confirmaba que no tenía salvación y había que tomar medidas inmediatamente.

A unas cuantas cuadras de su departamento se encuentra un centro de salud (sic) al cual se dirigió sin dudar a pesar del malestar que lo aquejaba. Se puso un paliacate que le cubriera la boca para no contagiar la muerte a otras personas y caminó lo más rápido que su condición le permitía. El Sol brillaba muy fuerte y esto le molestaba, así que llevó una gorra. En otras circunstancias las personas lo hubieran creído asaltante por su improvisado disfraz facial, pero con la potencial epidemia lo veían normal y triste.
Al llegar, Nicolás vio sorprendido el gran número de personas que se encontraban ahí esperando ser atendidos, todos con tapabocas y como él, con la presunta sentencia de muerte en el rostro.
Desesperado buscaba a alguien que lo pudiera atender entre tantas personas, hasta que alcanzó a ver a una enfermera que se aproximaba esquivando uno a uno a los miembros del gentío. Cuando ella quedó a su alcance, Nicolás la tomó del brazo y le dijo que él tenía los síntomas, que si lo podían ayudar. La enfermera hizo un gesto de molestia frunciendo la nariz que apenas se veía con el tapabocas que usaba, como cuando olemos algo desagradable, y ésta le dijo que esperara un momento y que se anotara en "la lista de la mesa". Zafando su brazo con un movimiento siguió su camino hasta llegar a una habitación.

En ese momento de abandono provisional Nicolás sacó su celular y le marcó a su Tía Lupe para darle la fatal noticia. Ésta, que era de carácter rígido, no quebró su voz en ningún momento de la conversación, aunque por dentro la corroía la angustia. Le dijo que la esperara, que ya iba en camino (ella vive por Ciudad Satélite, así que le iba a tomar un rato llegar).

Pasados unos 45 minutos en los cuales le dieron un tapabocas de verdad, Nicolás, que ya se había anotado escuchó que lo llamaron y la misma enfermera que éste detuvo hacía unos momentos lo llevó a un pequeño cubículo que tenía una cortina corrediza al frente, en el que le dieron una hoja para que llenase y explicase sus síntomas, y a su vez le tomasen una muestra de sangre. Estaba tan consternado que no dijo una sola palabra cuando le dijeron que llenara la forma, ni se quejó cuando la enfermera le tomó la muestra de sangre. En la forma palomeó todos los síntomas que sufría, aunque ya le dolía un poco menos la garganta y casi no tosía. Procedió a entregarle la forma a la enfermera y ésta antes de retirarse le dijo que esperara sentado, que en cualquier momento pasaría el doctor a verlo.

Fueron los 15 minutos más largos de su vida y sin embargo todo le parecía que había pasado muy rápido desde que se levantó esa mañana sintiéndose tan mal. Lo que hasta ese día era una vida normal que disfrutaba con su familia y amigos parecía que llegaba a su fin.
Pasado ese cuarto de hora, entró el doctor leyendo pensativo la forma que había llenado Nicolás, lo volteó a ver de reojo y regresó la vista a la hoja. Nadie decía palabra alguna. El corazón de Nicolás latía aceleradamente esperando el terrible momento en que ese silencio se rompiese, momento que definiría el resto de su existencia y la duración de la misma.

El galeno volteó a ver a Nicolás, y comenzó a abrir la boca bajo el tapabocas para decir algo. Era el momento...
El doctor preguntó: ¿Ingirió bebidas alcohólicas anoche?
Nicolás contestó: "Sí, en grande, como los campeones, ¿Por qué lo pregunta?"

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cuidado Caballeros de Pedia, se ha detectado en la población fiel al brebaje de cebada y otras bebidas espirituosas, la aparición de un nuevo tipo de resaca. Los mejores investigadores del país buscan la causa de tales efectos de la ahora llamada "Resaca Porcina", por tener los efectos más puercos conocidos. Como dicen por ahí, "En la cruda me sales debiendo"

6:05 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home