miércoles, septiembre 19, 2007

La Intuición Bergsoniana: Un Proceso Imaginario

Este ensayo lo escribí hace ya algunos meses y, aunque no estaba destinado a ser publicado, ahora lo hago por falta, más que de tiempo, de ideas... Se agradecerán comentarios...

Perfecto es no romper
la línea imaginaria
Exacto es el rechazo
Y puro es el asco.

-Sophia de MelloBreyner Andersen-



El concepto de intuición desarrollado por Bergson trata de situar un momento –o movimiento- por el cual el espíritu se despliega desde lo absoluto hasta lo analítico, mientras que lo contrario resultaría imposible. De esta forma, “la coincidencia con la persona misma me daría lo absoluto” (Bergson, 1903).

La intuición es pues un concepto ligado directamente con la subjetividad de un individuo que partiendo de un encuentro con textos, obras de arte y hasta paisajes, se siente absorbido por el objeto de su contemplación, para que después “como de la fuente” fluyan de él –del objeto- “naturalmente las acciones, los gestos y las palabras” (Bergson, 1903) no ya caracterizando solamente al objeto sino imprimiéndose, siendo asimilados como parte de la subjetividad. Este tipo de movimiento se tiñe de misticismo por la cercana relación que guarda con su objeto, pues nos dice el autor que éste “no será aprehendido desde fuera y, en cierto modo, desde mí, sino desde dentro, en él, en sí” (Bergson, 1903).

Se siente, pues, la intuición, cuando se percibe algo que es susceptible de ser hablado y que así debería de ser[1]. ¿Pero por qué? A manera de ejemplo, se podría tomar el desarrollo de Barthes en “El mensaje Fotográfico” respecto del punctum, pues éste fenómeno describe una experiencia cercana al concepto de intuición. Es decir, que una fotografía, no por sus dotes estéticos exclusivamente, establece con y por el que la observa una relación particular en la que el segundo se siente atraído por un “no se sabe qué” de la primera. Ésta sensación es el movimiento de la intuición misma.

¿Pero en que consiste? ¿Acaso es posible conocer al objeto de nuestra contemplación desde dentro, por sí, en sí? En este punto, el psicoanálisis aporta un conocimiento fundado en la experiencia que cambiaría la perspectiva y el alcance del concepto de intuición, y no solo esto sino de cualquier experiencia en la que existiese una relación pretendida como íntersubjetiva.
La enseñanza de Jacques Lacan, desde sus inicios en 1953, ha trabajado –entre otros desarrollos- para la constitución de un registro llamado imaginario en el que se incluyen fenómenos de reconocimiento especular. El desarrollo principal en este registro es el del estadio del espejo (Lacan, 1966), por medio del cual el niño ingresa al registro simbólico. Lo fundamental de ésta experiencia es que el niño, alrededor de los 18 meses de edad, al observarse en un espejo, explota en júbilo frente a su propia imagen, y es por medio de ésta especularidad por la que el sujeto se aliena en esa imagen de sí mismo, al igual que su deseo, desde ahora destinado a (re)conocerse en la imagen del otro.
Ahora, volviendo al concepto de intuición con ésta referencia, se podría objetar que el sujeto nada conocería sin la condición de que este conocimiento haya provenido del él mismo. Y no se diga tanto conocimiento, sino reconocimiento, que parece ser el punto más importante que se le da al concepto de intuición. Pues aunque Bergson nos diga que ésta consiste en un conocimiento desde dentro del objeto, la realidad es que esto parece ser más bien una intuición del concepto de intuición, ya que, por más que se pretenda un acercamiento subjetivo, siempre existirá una distancia entre objeto y sujeto. A lo que se opondría que el sujeto, en presencia de un conocimiento que reconoce en el otro, no reconoce en éste movimiento más que su propia imagen alienada y que por ésta misma razón le parece proveniente del objeto. Esto fundaría el sentimiento de unidad que presupone la intuición.
Pero esto no es suficiente aún, pues lo que presupone el concepto de intuición es una forma no sólo de acercarse al objeto, sino que de este acercamiento se genere un conocimiento acerca del mismo, mediante la dialéctica de la intuición y el análisis, del absoluto al concepto. Entonces, en último análisis, lo que permite a la intuición iniciar su proceso es la existencia de un material que pueda ser intuido. Así, en este caso, el material estructurado sería el motor de la intuición del que habla Bergson (1903). Pues si algo habrá de ponerse en movimiento, como ya mencioné, no podría provenir sino del propio sujeto, sustentado por una estructura que no podría ser otra más que la del lenguaje.
Así, cuando Bergson nos dice que “no repetiremos bastante que de la intuición puede pasarse al análisis, pero no del análisis a la intuición” (1903), se podría completar: siendo la intuición un movimiento que recoge los elementos que le preceden, lo que así mismo podría traducirse por: el registro imaginario es el que pone en juego los elementos simbólicos. Y claro que el análisis supone la fragmentación del objeto, su parcialidad[2]. Sin embargo, y dado que el lenguaje es el único medio de que disponemos[3] para enfrentarnos a la realidad, no cabe más que suponer una parcialidad innata del hombre para conocerla.
Una vez más recurro a las enseñanzas de Lacan (1966), ahora respecto del registro simbólico. Así, si bien el sujeto se encuentra ya alienado respecto de su deseo, también es víctima del lenguaje y de su parcialidad, pues la única forma de entrar en él es siendo representado por un significante en la cadena significante. Así, desde su entrada en el registro simbólico, el sujeto es incapaz de conocerse a sí mismo por el hecho de ser representado por un significante para otro significante.
Resumiendo, el sujeto es representado por un significante, incapaz de (re)conocerse sino es mediante su objetivación por medio del lenguaje, que a su vez se coagula en el reconocimiento que recibe del orden de lo imaginario. Destacando la preeminencia de lo simbólico sobre lo imaginario.[4]
Así, se ve que la duración es un fenómeno que participa de lo imaginario en tanto se conforma a partir de la convergencia de dos elementos, pero sobre todo, del sentimiento de pretendida unidad que fundaría la relación –intuida como fusión- de ambos elementos.
“El mismo pensamiento se traduce igualmente en frases diversas compuestas de palabras diferentes con tal que esas palabras guarden entre sí la misma relación”. Es decir, que el sentido, creado por las palabras (imaginario), trasciende a las palabras mismas (simbólico). Esto que Bergson llama intuición no es más que un sentido posible gracias a las palabras y lo que ellas mismas son capaces de evocar: ausencia llenada por la unidad pretendida.
En relación con lo que el concepto de intuición pretende instituir como el camino de la metafísica, definida por Bergson como “la ciencia que pretende prescindir de símbolos”, se puede observar que bajo esta exposición la empresa se muestra imposible.
Lo que se plantearía entonces sería, en primer lugar situar a la metafísica oponiéndola a los registros antes mencionados[5]. Así las cosas, se ve que el desarrollo de este concepto comulga con la teoría lacaniana, con la diferencia del matiz místico además de la preeminencia de lo simbólico como fundador de la noción de sujeto[6].
No es crítica a los desarrollos filosóficos como tampoco es negar la presencia de la intuición. Sólo cabe resaltar la anterioridad lógica necesaria para no hacer del concepto y momento de intuición un hocus pocus, pase mágico unificador al estilo cogito, ergo sum, o contentarnos con decir que “lo absoluto es perfecto, porque es perfectamente lo que es” (Bergson, 1903).
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Bibliografía

· Nietzsche F., (1885), Más Allá del Bien y del Mal, Barcelona, Altaya, (1999).
· Bergson H., (1903), Introducción a la Metafísica, México, Porrúa, (1986).
· Lacan J., (1966), Escritos, México, Siglo Veintiuno, (2003).
· Block de Behar L., (1984), Una Retórica del Silencio, México, Siglo XXI, (1984).





[1] La renuncia a hablar, el silencio como único pronunciamiento, son formas de resistencia que limitan peligrosamente con la abstención, la indiferencia, la desaparición, un dejar de decir que puede entenderse como un dejar (de) hacer. Sólo es posible suponer o presumir, sin verificar, un gesto heroico pero que, por no verbalizado, pasa ignorado o más bien no pasa. Es cierto que la palabra no alcanza, pero el silencio menos. (Block de Behar, 1984)
[2] Cfr. nota 1
[3] Aún las matemáticas se conforman como un lenguaje.
[4] Esto es un punto que Lacan modificaría con el tiempo, en cuanto a la preeminencia de un registro sobre otro. Sin embargo, estos planteamientos se sostienen a lo largo de su enseñanza y fundan la base para posteriores desarrollos.
[5] En este trabajo prescindí de la exposición del real, definido como lo no simbolizable. Mismo al que Lacan otorgará mayor importancia en posteriores desarrollos (Cf. nota 5).
[6] De no ser así, se podría objetar el argumento nietzscheano respecto de los filósofos y sus sistemas: abogados de sus propias ideas (1885), este término en el sentido racionalista por excelencia: realidades, que siendo subjetivas se pretenden llevar a la objetivación “... mientras todo guarde cierto sentido” (Bergson, 1903).

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy interesante. Para empezar con Bergson, ¿qué libro recomiendas?
Gracias

3:50 p.m.  
Blogger Unknown said...

Muy bueno: claro y bien escrito

4:27 p.m.  

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