jueves, julio 05, 2007

Chingadazo. m. Golpe fuerte. Es voz malsonante. Sinónimos: cabronazo, carajazo, carambazo, fregadazo.

En muchas ocasiones de la historia del hombre, con momentos más complicados que otros, entre tantas y tantas caras que han pasado por el tiempo, repitiendo en cada una de esas ocasiones, incontables por cierto, una y otra vez; ha sucedido en el transcurso de los años (años que no cesan, nada los detiene, haciendo que se repita sin parar, arrasando la abstracción del movimiento, vomitando hacia su ser), como se ha manifestado, en cada una de las ocasiones, las cuales, como incesante y repetidamente lo he dicho, suceden una y otra vez, y se ha visto, sin temor a equivocarme, de lo que por cierto no muchos están seguros, pero debido a grandes y profundos estudios, no necesariamente científicos, lo que a continuación quiero plantear en este ensayo.
Podemos observar frecuentemente el suceso contundente del cual hablaré, tratando obviamente, de lograr que el lector, sea cual sea su manera de pensar, comprenda lo que ha sucedido desde que el hombre tiene memoria, desde sus antepasados prehistóricos hasta sus involucionados descendientes, con la única finalidad de establecer un punto.

Comienzo aclarando que el suceso, acontecimiento, situación, acto, que ocurre frecuentemente, es, como lo he planteado, muchas veces inevitable, tiende a la contundencia y, al ocurrir desde siempre, no hay mucho que discutir pero sí que analizar, un análisis que se debe tomar muy en serio debido a la relevancia del tema en cuestión que no es cosa de risa. A muchos les puede no parecer lo que tengo que plantear en estas hojas, y aunque no me importe, si me preocupan las consecuencias que ello podría desatar en la forma de pensar de este incipiente siglo XXI.

Habiendo aclarado todas las posibles dudas del lector hasta el momento, procedo a escribir estas líneas que describirán un fenómeno atroz para muchos y placentero para otros tantos:

Desde tiempos inmemorables, el hombre, inventor de inventores, pensador de pensadores, maestro de maestros, ícono de íconos, depredador de depredadores, denostador de denostadores, rey de reyes, guerrillero de guerrilleros, pacificador de pacificadores, emblema de emblemas, historiador de historiadores, aprensivo de aprensivos, bullanguero de bullangueros, bueno de buenos, ingenioso de ingeniosos, hipócrita de hipócritas, llorón de llorones, moroso de morosos, oloroso de olorosos, quebradizo de quebradizos, sabroso de sabrosos, turbulento de turbulentos, usurero de usureros, violento de violentos, zozobroso de zozobrosos; divertido como él solo, amo de las bestias y domesticador de peligros, inteligente y estúpido a la vez, es el hombre, hombre que se esfuerza, que crece, que corre, grita, que baila, juega, duerme, ronca, atraca, bendice, demuestra, sugiere, alborota, gorgonea, oscurece, pendejea, empeludece, emborracha, canta, atropella, roba, silba, trabaja, encandila, goriliza, mecaniza, desnuda, ironiza; que siempre busca manifestarse de distintas formas: antiguas y nuevas, es decir, desde siempre y para siempre; fino y gentil y torpe y agresivo; este ser tan lleno de contrastes y claroscuros, en su historia (y no sólo la suya) se ha, inevitablemente, por diversas circunstancias (que no discutiré ahora), en todo tipo de actividades, este hombre del que tanto hablo, este hombre alrededor del cual ha girado la historia, este hombre creador de tecnologías, este hombre creador de ideas, este hombre creador del tiempo, este hombre pues, se ha metido chingadazos.