viernes, abril 11, 2008

El Optimismo como Ideología

El optimismo, engendro de no se sabe qué demonios, ha encontrado desde hace ya algún tiempo un nido que le beneficia en la política, y no solo la mexicana, aún cuando en esta tenga sus particularidades.

Total, la idea para escribir éstas líneas surgió después de observar el mensaje de Calderón respecto de su iniciativa de reforma energética, palabra constantemente empleada junto con otros eufemismos como por ejemplo desarrollo social, bienestar para todos, etc., etc.

En fin, según recuerdo, el mensaje comenzó con un tono serio a pesar de la cara de pendejo de Calderón -en lo que sigue, trataré de contener mi léxico, y digo trataré porque en ocasiones, todo adjetivo denostador no puede eludir el llamado de las palabras de Calderón, subrayando las deficiencias del país y, sobre todo "Que el petróleo es y seguirá siendo de los mexicanos", estrategia retórica la de la repetición que, si se pone un poco de atención, no estriba más que en querer convencer... pero entonces, ¿para qué convencer?, para tratar de convencer, se tendría que suponer que algo trata de ser enmascarado... Decía pues, que Calderón mencionó algunos de los que sin duda son grandes problemas que aquejan a la paraestatal, pero después, en un viraje imprevisto y en mi opinión harto estúpido -que se note que estoy tratando-, nos dice que lo que sí se puede es solucionarlos con la reforma energética... Trato... Siguió, pues el discurso, que por cierto daba una gran cátedra de cómo no se debe de editar un video, por una parte, y por la otra, de la presumible constante intromisión de un director para dar credibilidad a su incesante entusiasmo: "¡Peloncito!, así no... Mira, enamórate de tu reforma, de tus ideas... Imagina que le haces el amor al pinche pueblo jodido y que además te va a dar las gracias". Así, envalentonado pero constantemente corregido en sus ademanes y entonación, decía, sale el chaparro a decir cosas como que de esta reforma depende el futuro de la educación y la desaparición -creo que apenas y exagero, si es que estoy errando en mi paráfrasis- de la pobreza en México, para terminar diciendo, como quien da un pilón o incentivo, optimismo chiquiteado, que cada mexicano recibirá cien pesos... Pues bueno, en esto punto ya no trato... ¿Qué se cree éste pendejo hijo de puta con su chingada sonrisa -¿de que sonreirá el hijo de puta, qué le habrán dicho para que sonría?- de su cagada, cuando todo lo que ha venido a prometer lo ha desbordado y no se ha dejado ver ni un ápice -entiéndase ni putas madres- de solución?

Así, al ver ayer el cartón de rocha en la jornada, no pude menos que concordar... El pendejo este que está en los Pinos prometió manos limpias, combate a la corrupción, empleo, mantener al economía y precios bajos... Falta creerle esta nueva derrochadora de optimismo y patriótica palabrería.

Entonces, esto se trataba del optimismo como ideología... Pues qué decir, o qué más decir... La experiencia me ha enseñado a no confiar en los optimistas, pues me hace pensar: para qué tanto despliegue de energía, o es inútil o algo aguarda destrás de la mascarada.

El optimismo como ideología e instaurado en la política es una práctica antigua. Pero, en la política mexicana actual, y podríamos llamar al pendejo chaparro optipendejo el padre de esta nueva versión, se basa en un sentimiento de concordia y solidaridad -ya sabemos lo que esta palabra nos puede llegar a ocasionar- en lugar de una campaña agresiva o asertiva: "Defenderé al peso como un perro"...

Me retiro, indignado por quienes hacen la estrategia, por el pendejo optimierda que las dice y por los optimierdistas pendejos que las creen...

Traté, en verdad, traté...