La Representación: Ilusión Necesaria
La conciencia de sí como inmediatez, como certeza existencial, como subjetividad ya realizada, no es sino un trampa y un engaño de la reflexión.
-Henri Lefebvre-
¿Porqué no puede el espíritu vivo mostrarse al espíritu?
Cuando habla el alma, ya no es, ¡ay!, el alma quien habla.
Cuando habla el alma, ya no es, ¡ay!, el alma quien habla.
-Schiller-
En su libro “La Presencia y la Ausencia”, Henri Lefebvre intenta dar al concepto de representación autonomía y límites esclarecidos ya que, según él, “incluye las diversas acepciones del término... y de los términos conexos (lo representado, el representante, lo representativo)”. Esto que parece obvio, resulta fundamental para la elucidación y el uso de este concepto, pues las representaciones no son ni falsas ni verdaderas, sino que sólo adquieren ese carácter al enfrentarlas a otro grupo de ellas, por lo que en este caso, la verdad parece surgir de la convergencia de lo representado, del representante y de lo representativo avalado sólo por el consenso.
Pero he aquí algo interesante: son representaciones, la verdad es una de ellas. Todo pertenece a lo representable, incluso la mentira.
Una pregunta inevitable: ¿Entonces, de dónde surgen las representaciones? En este caso, Lefebvre nos dice que provienen de lo social, de la pura interacción. Por ejemplo, el lenguaje no sería ni medio ni fuente de las representaciones, si no existiera la interacción, hasta el entendimiento. Por otra parte, tratar de abordar el asunto desde esta perspectiva nos podría llevar sí a un conocimiento de los procesos que en el se desarrolla, de la combinatoria de posibilidades que la interacción permite, pero al mismo tiempo parece encarcelarnos en esas relaciones.
Otra forma de abordar el asunto, a mi gusto más pertinente, es la que propone otro autor, Ernst Cassirer en su libro “Las Ciencias de la Cultura”, basada en tomar de las creaciones humanas las bases para entender lo humano. A manera de ejemplo y en notable oposición con lo mencionado arriba, el estudio del lenguaje, no de la parte física, sino de las relaciones que mantienen ciertas estructuras para generar un corpus definido y del estudio de los diferentes procesos que se pueden llevar a cabo con esas partes, puede llegar a entregarnos la parte humana, no sólo la comunicación sino las características que lleva el ser humano que crea, utiliza y modifica ese lenguaje; el lenguaje, así como el arte, el mito, la política y la religión, son una extensión de lo humano, y podría ser que en el análisis de cada una de estas formas se pudiera encontrar algo que se pone en juego sin saberlo.
Para cerrar esta breve publicación... ¿Qué sucede con lo no representado? ¿No existe, o no nos damos cuenta de que existe? Si existe, ¿cómo se representa y en dónde se lo encuentra? ¿Se puede escapar de las representaciones? ¿Pueden existir representaciones “negativas”, es decir, que designen una ausencia? ¿Cómo designar una ausencia, a qué se tendrá que someter a la representación para que al mismo tiempo exprese y esconda?
Bueno, he aquí algunas de las ideas en las que de ahora en adelante pretenderé ahondar...
Y ya para cerrar, me permito, a partir de un fragmento de Lefebvre, recordar la imposibilidad de convergencia del mundo de las representaciones con el mundo de lo social, a pesar de que este funde sus bases sobre las primeras: esta unión es imposible, y siempre se mediará a través de otras representación, situación que vuelve el camino más arduo al tratar de abrirse paso a través de tanta representación. Pero eso sí, cuando una representación parece coincidir con lo social, dudemos y preguntemos acerca del posible origen y fin de tal representación que al mediar parece solucionar, pero que no hace más que esconder:
“En el neocapitalismo, esto es algo que se sabe de sobra, se lleva a cabo un ‘allanamiento’ de lo que anteriormente tuvo relieve, hechos históricos, símbolos, figuras de la historia, de la Ciudad, de la familia. Allanamiento, sí, aunque también puesta en signos, puesta en imágenes, pero sobre todo puesta en representaciones reductoras, que borran los conflictos, desplazando incluso los afectos (emocionales, pasiones). La representación se generaliza; el mundo de las representaciones coincide con lo social, en largas concatenaciones de imágenes, de símbolos desviados de lo que les dio sentido.”
“Las contradicciones y las dialécticas se borran, pero persisten las contrariedades y contrastes, conflictos embotados y sometidos a lo discursivo.”
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