¿Qué queda entonces de las Representaciones?
Las palabras, los signos, representan la presencia en la ausencia. El lenguaje ‘es’ una presencia-ausencia, presencia evocada, ausencia llenada.
-Henri Lefebvre-
Las representaciones, dada su propia naturaleza, es decir, suplir la ausencia de un objeto, nunca podrían pasar a ser el objeto mismo. Sin embargo, al ser su función la de suplantar, sucede a menudo que se toma a una representación como verdadera, cuando en realidad nunca deja de ser más que una insinuación de lo verdadero.
Es decir, todo es representación: símbolos patrios, representación de la historia, valores, etc.; palabras, representaciones de objetos, sentimientos, personas; ideas, representaciones de posibilidades dadas por las representaciones ofrecidas por el medio. ¿Cómo entonces escapar a su influencia? Henri Lefebvre nos dice que la única forma es abarcar el estudio de las representaciones y sacar de ellas mismas las “leyes” que las delimiten.
Por ejemplo, Lefebvre nos dice que las representaciones son a la vez continente y contenido. Es decir, una representación es continente cuando en sí misma engloba ciertas características que la distinguen: el amor, la muerte, la amistad, familia. Pero cuando la representación es utilizada, junto con otras, para delimitar hechos, se convierten en contenidos; el ejemplo que ofrece Lefebvre para este caso son los conceptos, la elaboración teórica.
Pero , ¿no se siente un gran vacío entre ésta diferenciación, no se puede distinguir el tufo a forma y fondo?
Como mencionaba antes, algunos de los acercamientos de Lefebvre parecen acertados, y sin embargo no atina a transgredir viejas querellas, antiguas paradojas, por más que el argumento en el que funda ésta separación, es decir la base social de las representaciones, se muestre a primera vista como convincente: claro, las representaciones existen porque la interacción humana les da vida... ¿cómo? a través del lenguaje que es una serie de representaciones compartidas y codificadas...
En este punto es donde parecería necesario hacer intervenir a Cassirer, aunque he de decir, no he llegado a comprender del todo su método. Como ya había mencionado, este autor propone que por medio del análisis de las producciones humanas se podrían establecer la serie de parámetros y lineamientos propios de las ciencias de la cultura -lenguaje, religión y arte- y de sus conceptos, siendo éstos la forma y el estilo... Pero esto, ¿no nos remonta otra vez a la forma y al fondo? No. Lo que aquí se plantea es que, a partir de la estética, de la forma a secas, se puedan sacar consideraciones generales a partir de situaciones particulares; por otra parte, por medio del estilo, se pueden obtener referentes que nos aporten no ya información estética, sino conceptual, información que dé cuenta de la intención humana plasmada sobre ese pedazo de materia.
Sobre este tema, seguiré en la próxima publicación.